jueves, 24 de febrero de 2011

Jovenes y botellon


En los últimos años se han producido cambios muy importantes en los hábitos y ritmos de vida deuna gran parte de los jóvenes españoles.
Los datos del último estudio elaborado por la Fundación Santa María son determinantes: 8 de cada10 jóvenes salen por la noche los fines de semana. De éstos, casi la mitad (el 44%) está fuera
prácticamente toda la noche (el 33% vuelve después de las cuatro y el 11% no vuelve hasta la mañana siguiente). Antes de las dos sólo vuelve el 22% y antes de la una, el 14%. Estos hábitos cada vez se extienden a edades más tempranas. El 41% de los jóvenes entre 15 y 17 años consume alcohol de modo habitual y el 77% entre los de 21 a 24 años.
El primer estudio sobre el botellón en Galicia ha dejado cifras significativas. El 40% de los alumnos de la ESO consumen alcohol mensualmente y otro porcentaje prácticamente igual reconoce haber abusado de este tipo de bebidas.
Hace tan sólo unos años, en el verano de 2002, las calles de importantes ciudades españolas como Zaragoza y Cáceres, aunque también se reprodujeron en multitud de pueblos y ciudades españolas, se llenaron de jóvenes para protestar por el horario de cierre de los bares de las “zonas de marcha”. El conflicto y la violencia callejera generada entonces se debió a que el horario de cierre de los bares se había fijado, por orden gubernativa, a las tres de la madrugada.
La permisividad y la relajación en el cumplimiento de la normativa establecida por parte de las
autoridades públicas, nos ha llevado a una difícil situación. El botellón hoy es la consecuencia de un problema social mal resuelto que se está convirtiendo en un problema de orden público. No es más que la expresión de la dificultad en la socialización de una parte de la juventud.
La realidad es que los padres no son capaces de educar adecuadamente a sus hijos y el ambiente
social no lo favorece (no saben o no se quieren enterar muchas veces de cómo hacerlo, siendo más fácil delegar la responsabilidad en otros).
Hay una falta de valores que hablen de disciplina, responsabilidad, esfuerzo, trabajo, estudio. Hay una permisividad total, que hace que muchos hijos ni obedezcan ni respeten a sus padres. Los profesores, a quienes les ha caído casi en exclusiva el problema de esa educación, no tienen medios ni cuentan con el apoyo social para ello.
Mientras tanto, el botellón progresa; cada semana, los viernes y sábados, miles de botelloneros se reúnen en las zonas de “movida” de cada población. Comienza a las doce de la noche y termina para muchos al amanecer. En nombre de la libertad y de la cultura algunas autoridades toleraron y fomentaron con su pasividad que el botellón se propagara. Ahora, están desbordados y, mientras tanto, cada semana los padres esperan asustados a que sus hijos lleguen a casa a las cinco o a las seis de la mañana, a veces borrachos o drogados.
En los últimos años se ha ido incrementando el número de jóvenes que optan por comprar
previamente la bebida en supermercados y concentrarse masivamente cerca de la “zona de marcha” para consumirla. Beber, para los jóvenes que lo practican, “hace olvidar los malos rollos”.
Según las estadísticas, unos 180.000 jóvenes se juntan los fines de semana en lugares
determinados de las ciudades españolas para, en torno a un botellón mezclado con licor y bebida con burbujas, bolsas de patatas y tabaco, beber hasta la euforia en el mejor de los casos, o hasta el coma etílico en el peor de los mismos. Además, son consecuencias del botellón también la suciedad postbotellón, la violencia y la contaminación acústica.
No quiero hablar más de lo que tanto se ha estado debatiendo estos días con respecto al problema del botellón, que ya ha sido bastante, pero me gustaría aportar mi propia visión. No es posible simplificar a la hora de buscar las causas, porque son muchos los factores que han contribuido a llegar a este punto, pero, desde luego, si ahora no se hace nada, si no se ataja con premura la raíz del problema, puede alcanzar consecuencias más graves en el futuro.
El pasado día 17 de marzo diversas ciudades de España congregaron a un gran número de jóvenes para realizar el botellón: Un total de 68 heridos leves y 54 detenidos es el resultado de los disturbios que se registraron en la madrugada del sábado en la Rambla del Raval de Barcelona y sus alrededores, como consecuencia del enfrentamiento entre participantes y la policía.
Es necesario tener claro que el mantenimiento del orden público no equivale a represión sino que es una necesidad ineludible de cualquier sociedad democrática. El miedo a los jóvenes violentos, la pérdida de autoridad de los padres, un sentido de liberalidad equivocado, la falta de valores morales…nos ha llevado a la vanguardia de los países europeos en agotar las noches en plena calle “de borrachera colectiva” hasta el amanecer.
Estamos inmersos en una sociedad permisiva en la que es frecuente observar la pasividad de los
adultos, e incluso de educadores, ante actitudes inmorales. Así, por ejemplo, cuando un joven quema una papelera pública se mira hacia el infinito…. El pudor a adoptar aires de “ciudadano trasnochado” o falsos complejos, hace que en multitud de ocasiones no se corrijan conductas contrarias a los principios democráticos de convivencia o pautas de comportamiento que son socialmente rechazables.
Hechos tan lamentables como los acaecidos hace unos días en Barcelona, no deben volver a
repetirse. Ciertamente, corresponde a los políticos resolver el conflicto de derechos que se plantea: hacer compatible el derecho de los vecinos al descanso con la diversión de los jóvenes, pero no es de su exclusiva responsabilidad. Siendo éste un problema social, todos estamos obligados a asumir la responsabilidad que nos corresponde: padres, educadores, gobiernos central y autonómico, y la propia sociedad deben comprometerse en esta tarea.

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